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#154 • Junio 2019 Año X Art-decó Calles Curiosidades Racionalista

Posadas 1317

por Enrique Espina Rawson / Fotos: Iuri Izrastzoff
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Esta residencia pasa casi inadvertida, no así las dos atractivas vidrieras de comercios que antes fueran departamentos de planta baja.

A media altura y en letras metálicas figura a la derecha el nombre de la empresa constructora. Simétricamente, en la otra punta estuvo el cartelito del arquitecto, que hoy brilla por su ausencia, aún cuando el bronce de sus letras siga prestando servicios, quizás en alguna canilla de patio.

Apenas son cuatro pisos, (y algo más que se entrevé) el último retirado de la línea de edificación y, a juzgar por el diseño y la distribución de lo que podemos ver desde la vereda, fueron concebidos como “studios”.

¿Y por qué no decimos estudios, ya que esa es la traducción literal? Porque no es lo mismo. Un estudio acá puede significar muchas cosas, los hay contables, jurídicos, por ej., y un “studio” en Francia, se entiende como lo que estos departamentos son: minimalistas, coquetos, pensados para habitantes un poco bohemios, quizás artistas, ya que al tener doble altura pueden servir como atelier, en definitiva no aptos para familias.

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Se percibe en esta obra una inteligente economía de recursos, con un sagaz aprovechamiento del espacio, sin vanas concesiones ornamentales.

Suponemos que este simpático edificio racionalista, con reminiscencias náuticas en su parte superior, es de los años 40 y lamentamos no haber hallado ningún dato que nos permita mayores precisiones.

Para la época de su construcción, y algo después también, la discreta calle Posadas era territorio incierto, aún para los habitantes del barrio. Durante muchos, muchos años, fue conocida principalmente por el supuesto suicidio de Juan Duarte, el famoso hermano de Eva Perón, que tuvo lugar -según se dijo- en un departamento cercano. Sea como fuere, no es lo que podríamos llamar una calle popular.

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No había casi comercios, muy poco tránsito, algo oscura, era la zona ideal para que los actuales “studios”, fueran utilizados simplemente como bulines, institución porteña de esos años.

Y sin suspicacia alguna, creemos que su uso como viviendas estables, fue muy posterior, diríamos de las última décadas, según, al compás de los tiempos, fueron cambiando usos y costumbres.

De cualquier manera, y más allá de estas mínimas aportaciones a su historia, este pequeño edificio pone una nota de gracia y de claridad en la cuadra, un sutil toque de ese glamour de la preguerra que aparece, aquí y allá, en imprevistos rincones de Buenos Aires.

Hay dos privilegios finales para los habitantes de esta pequeña residencia: no hay edificios enfrente que los priven de aire ni luz, y consecuentemente tampoco hay desprolijos vecinos con bicicletas o ropa secándose en los balcones. Esta especial situación es consecuencia del privilegio principal: los jardines del Palacio de la Nunciatura, que se deslizan suavemente desde los muros traseros de la mansión, hasta las tapias con airosos macetones que enmarcan el portón que da a Posadas, y que se brindan casi como un paseo particular de centenaria arboleda y sosegados senderos.

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Sin embargo existe una restricción para quienes pueden contemplarlos: no pueden transitarlos. Y quienes podrían caminar los senderos no se benefician de la vista de las copas de sus árboles, por lo que podríamos pactar un empate que beneficia a moradores y miradores por igual. El espirítu del Cardenal Samoré, que habitó en su momento el palacio, sin duda aprobaría el dilema: Ni vencedores ni vencidos.

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