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#176 • Enero 2023 Año XIII Curiosidades Edificios Monumentos Paisaje Patrimonio Personajes

Plaza Libertad

por Enrique Espina Rawson / Fotos: Iuri Izrastzoff
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Hemos tratado de averiguar algo que, de tan evidente, no se menciona. Y es: ¿por qué razón la Plaza Libertad (la manzana de Cerrito, Marcelo T. de Alvear, Libertad y Paraguay) está en su centro notoriamente más baja que el nivel de la vereda perimetral?

Efectivamente, la estatua de Adolfo Alsina, está en una especie de cráter circular de alrededor de 50 m de diámetro, y para observarla en detalle, debemos descender varios escalones por cualquiera de las escaleras que la circundan.

El predio, fue conocido en tiempos remotos como el “hueco de doña Engracia”.

Muchos otros lugares de Buenos Aires eran conocidos distraídamente con la vaga denominación de “hueco”, verbigracia el de las cabecitas, actual Plaza Vicente López.

Pero esto no significaba necesariamente que su superficie estuviera excavada, como en este caso.

En fin, lo cierto es que es la única que recordamos con esta singular característica, sobre todo porque a las estatuas se las coloca en un lugar elevado, precisamente para facilitar su contemplación.

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La Plaza estuvo, y está, rodeada por espléndidas residencias, entre las que se destaca el Palacio Guerrico, Marcelo T. de Alvear 1155, hoy Biblioteca de Mujeres, aledaño al teatro Coliseo.

Se añoran, claro está, sobre Libertad al viejo cine Petit Splendid, y en la esquina de enfrente, a La París, famosa confitería que nunca tuvo reemplazo en la memoria de la ciudad.

Adolfo Alsina fue una destacada figura de la política nacional, y el gran caudillo porteño de su época. Fue gobernador de la Provincia de Buenos Aires (al igual que su padre, el Dr. Valentín Alsina), y vice-presidente de Sarmiento, en los tiempos en que la vice-presidencia de la Nación, constituía un honor y una responsabilidad.

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En la siguiente presidencia, la del Dr. Nicolás Avellaneda, fue nombrado Ministro de Guerra, asumiendo la dura tarea de la lucha contra los indios que venían de Chile, a robar hacienda y cautivas. Con pocos elementos, debió hacer frente al clamor de la opinión pública, que exigía resultados ante los inmensos y arrasadores malones que incendiaban poblaciones enteras.

En el “Martín Fierro”, José Hernández ironizaba tristemente, asegurando que los indios (¿deberíamos decir integrantes de las comunidades autóctonas?) no se llevaban al gobierno “porque no lo hallan a mano”.

En tan precaria situación, con un país exhausto, se concibió el plan que se concretó en la conocida “zanja de Alsina”, excavación kilométrica que impidió el arreo de hacienda hacia el desierto, y facilitó la muy posterior expedición del General Roca. Este, ya que estamos en el tema, no hizo más que cumplir con el plan que intentó sin éxito Juan Manuel de Rosas décadas atrás.

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Alsina murió imprevistamente en Carhué, en 1877, revisando las fortificaciones y aprestos que demandaba el plan trazado. Su muerte constituyó una tragedia, ya que, sin lugar a dudas, se esperaba mucho aún de su talento y capacidad, y dio lugar a un impresionante sepelio, en que hicieron oír sus voces los más destacados políticos argentinos.

Durante la revolución de 1890 la plaza Libertad fue acantonamiento de las fuerzas gubernamentales que luchaban contra los revolucionarios defensores del Parque de Artillería, hoy sede del Palacio de Tribunales. En la actualidad está cercada, luce una gran arboleda, y vaya un reconocimiento, está muy bien cuidada. Lo que es, es.

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