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#100 • Diciembre 2014 Año V Arquitectura Grandes Casas Patrimonio

Pasaje General Paz

por Enrique Espina Rawson / Fotos: Iuri Izrastzoff
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El nombre es tan curioso como el edificio. ¿Por qué “General Paz”? La Avenida General Paz no existía en 1925, año en que se inaugura esta obra, y ninguna calle ni plaza cercana lleva el nombre del prócer. Deberíamos considerarlo, entonces, como un homenaje particular del propietario y ejecutor de este edificio de renta, arquitecto (es mencionado también como ingeniero) Pedro A. Vinent.

Tiene dos entradas, y aclaramos esto que parecería obvio, porque existen otros pasajes que poseen una sola. Este, entonces, puede ser considerado un pasaje con todas las de la ley, con una entrada por Zapata 552 y otra por Ciudad de la Paz 561. Está en pleno barrio de Colegiales, a un paso, como quien dice, de las avenidas Federico Lacroze, y Cabildo, y también de la estación de tren.

Quien se acerque a los portones de rejas de este singular edificio, vislumbrará imágenes simultáneas de Venecia, de patio sevillano, y, fundamentalmente, una festiva visión del fundacional y mitológico conventillo porteño. Hay que imponerse un orden, que no se logra instantáneamente, y observar con atención por partes, ya que es todo desacostumbrado.

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Digamos que la edificación, que recorre toda la cuadra, se halla ubicada a los lados del terreno, enmarcando un gran patio central. De allí surgen las escaleras, con barandas de reja, que llevan a los tres niveles superiores. Es decir que todas las puertas y ventanas de los cincuenta y siete departamentos que componen este complejo, dan al patio en la planta baja, o a los pasillos-balcones que recorren toda la extensión de los pisos superiores.

Estos pasillos enfrentados se comunican por graciosos puentes, evocativos de las típicas estampas venecianas, por supuesto que sin las góndolas, mientras que el largo patio posee todas las características de los patios andaluces, muy de moda en los años 20, sin que falten los típicos bancos de mayólicas, ni cantidad de macetas con plantas y flores.

La construcción, por consiguiente, no tiene un estilo definido, ya que adopta elementos de distintos orígenes. No tiene importancia. Seguramente el objetivo del arquitecto Vinent fue lograr un conjunto habitacional diferente, en donde sus habitantes pudieran socializar en un ambiente alegre y despreocupado, cosa que el gran espacio común abierto facilita en principio, y seguramente después obliga. ¿Cómo mantenerse distante con vecinos a los que se ve continuamente? ¿Pueden, acaso, eludirse comentarios sobre el tiempo o la salud de las plantas?

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Todo este clima que se adivina por simple peso del paisaje, contribuye a que este edificio tenga mucho de escenario, algo por el estilo de “La pérgola de las flores”, que bien podría representarse en el Pasaje “General Paz” de Colegiales como se representaba en Caminito, de la Boca, donde los actores aparecían por las ventanas de los conventillos circundantes. Atención, que no es nuestra aviesa intención rebajar esta magnífica propiedad a una impronta conventillera, ya que, en todo caso este maravilloso patio escenográfico correspondería a una especie de conventillo celestial, al que todos quisieran mudarse inmediatamente.

Es destacable, por añadidura, el excelente mantenimiento de todo el conjunto, colorido y risueño, desde los magníficos portones hasta el singular nomenclátor que informa sin reticencias a los visitantes, quienes ocupan los distintos departamentos.

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Sólo debemos lamentar -aún cuando por razones obvias aceptamos que asi sea- el no poder ingresar por este pasaje. Lógicamente, es de uso privado.

El arquitecto Pedro A. Vinent fue una figura destacada en su profesión. Integró el estudio Vinent, Maupas y Jáuregui, que ejecutó en las primeras décadas del siglo pasado numerosos proyectos públicos y privados. Fue, por caso, uno de los principales proyectistas y realizadores de gran número de residencias que aún subsisten en el Barrio Inglés, de Caballito, sobre el cual hicimos oportunamente una nota.

Pero este colorido y vital “Pasaje General Paz” gana el concurso. No por sus méritos arquitectónicos y estéticos, que sin duda los tiene, sino por su alegría. Raúl González Tuñón dice en un verso algo así como “Y la Vuelta de Rocha, con su siempre domingo”… Y eso es lo que nos transmite este edificio a cielo abierto, un aire de siempre domingo, en el que sólo falta que se tienda la mesa en el patio, comience la música y bajen todos los vecinos a comer.

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