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#140 • Abril 2018 Año IX Art-Nouveau Patrimonio

Hotel Chile

por Enrique Espina Rawson / Fotos: Iuri Izrastzoff
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Aún maltrecho, conserva rasgos de su primitivo esplendor. Ciertamente, la esquina de Santiago del Estero y Avenida de Mayo, no es la que los impulsores de la famosa arteria que une la Casa de Gobierno con el Congreso Nacional imaginaron. Y bueno, tampoco la Avenida, desde luego.


Sucesivas “modernizaciones” efímeras y a contrapelo de los estilos originales han logrado una decadencia perfecta, sin fisuras ni medias tintas, en casi todos los edificios hoy históricos, que provocaban asombro y admiración en los viajeros del Centenario.


El Hotel Chile, sobre el cual nos ocuparemos, no escapó a estas pretendidas modernizaciones sin arte ni gracia, perpetradas impunemente a través de las décadas. Pero afortunadamente aún puede apreciarse en su fachada gran parte del diseño “art-noveau” concebido por su creador, el arquitecto francés Louis Dubois.

Art-nouveau
Se inauguró en 1906, cuando aún la Avenida de Mayo era fastuosa, y sus edificios eran nuevos heraldos del Progreso, que venía acompañado de las maravillas de la ciencia y el confort que los hoteles de la época señalaban en sus propagandas: Teléfono en las habitaciones, ascensores eléctricos, salón-comedor de primera categoría, agua fría y caliente en los baños de cada habitación, y desde luego, precios acomodados.

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El establecimiento, quizás por idea de Dubois, llevó inicialmente el nombre de “Lutecia”, cambiado a los pocos años, por “National” que, como todos sabemos quiere decir “Nacional”, pero suena más importante. ¿O no?


Luego pasó a algo más casero, casi familiar, quizás objetable publicitariamente, y también indicativo que el público y los viajeros fueron virando hacia un nivel de menores pretensiones, patéticamente reflejados en el poco agraciado “Chile Hotel Romanelli”.


Posteriormente, y hasta hoy, y quizás -suponemos- por fallecimiento del Sr. Romanelli, quedó sólo como “Chile Hotel”.

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Exceptuando entonces la entrada, completamente modificada y el local de comidas que se extiende por Santiago del Estero hasta Rivadavia, el hotel, como decimos, conserva la gracia de sus ventanas y balcones, casi todos distintos, con distintos dibujos de la carpintería metálica y sus arabescos y molduras y paneles cerámicos, tan usuales en el modernismo.


Dos detalles para observar: primero, los balcones de la ochava, que sobresalen del segundo al tercer piso, pero lo hacen más aún del cuarto al quinto, siendo cerrados segundo, tercero y cuarto, y abierto el último.


Segundo: el arbitrario y único balcón que, como un insólito bow-window aparece en la fachada del cuarto piso que da sobre Santiago del Estero.


Hasta 1988 el edificio lucía una gran mansarda de pizarra y zinguería que remataba en una extraordinaria cúpula de diseño oriental que hoy, desafortunadamente, y por culpa de un gran incendio que ocupó la tapa de los diarios de entonces, sólo podemos ver en fotografías.

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Art-Nouveau

Para los entendidos, el Hotel Chile, aún mutilado, es una de las joyas del “art-noveau” de Buenos Aires.

Pero falta la frutilla del postre: la incendiada cúpula renacerá de sus cenizas como el mentado ave Fénix -no faltará el gracioso que adjudicará este portento al Gato Félix- y nos será dado, a breve plazo, el privilegio de contemplar la cúpula que diseñó el arquitecto Dubois para el Lutecia Hotel de Avenida de Mayo y Santiago del Estero en los albores del maravilloso siglo XX. Y, justo es destacarlo, se deberá a la intervención del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires que resolvió, por razones de estricta elegancia, reponer lo que fuego devoró en esa desdichada noche de 1988. Treinta años no es nada.

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