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#121 • Septiembre 2016 Año VII Costumbres Gastronomía Historia Idiosincrasia Instituciones Porteños

Los 36 billares

por Enrique Espina Rawson / Fotos: Iuri Izrastzoff
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Buenos Aires tuvo, hace décadas, dos récords tan ingenuos como insólitos: la Avenida 9 de Julio, considerada la más ancha del mundo, y la Avenida Rivadavia, la más larga. Creemos que estas curiosidades no tienen ya vigencia y, como quiera que sea, a nadie importa. También nuestra ciudad ostenta otro récord, que al parecer nadie ha osado desmentir: nada menos que la sala de billares más grande de Buenos Aires, o de nuestro país o de Sudamérica o (¿por qué no?) del mundo. ¿Quién puede saberlo?

El título nada agregaría a la inmensa y cuidada sala a la que nos referimos, que es la del tradicional bar “Los 36 Billares”.

Decimos bar, pero también podemos agregar, sin faltar a la verdad, confitería, salón de ajedrez y dominó y hasta sala de espectáculos, que funciona habitualmente con recitales de tango.

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Todas estas actividades no se desarrollan en un mismo ámbito. El subsuelo, es, en rigor, el que ostentaría el título en cuestión, y nadie que descienda las escaleras y contemple la sucesión de mesas con tapete verde que cubren ese gran ámbito de punta a punta lo dudaría.

Veteranos silenciosos, enfrascados en la geometría de las carambolas compiten con jóvenes rivales, mientras en mesas contiguas, abstraídos parroquianos entablan complicadas batallas de ajedrez o de dominó, que quizás pueden durar toda una vida.

Tácticas y estrategias dignas de épicas contiendas se desarrollan sin estruendo ante la mirada impávida de dos o tres aficionados, que si sienten preferencias por alguno de los ejércitos en pugna, no las evidencian. En “Los 36 Billares” se rinde culto a los sabios códigos del juego, especialmente al artículo Nro. 1 que reza, según todos sabemos: “Los de afuera son de palo”.

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Todo es silencio, discreción y prudencia, no hay exclamaciones altisonantes, y si alguien debe hacer algún comentario lo hará en voz baja, en tono neutro, sin ningún atisbo de desafío. El ámbito se impone a sus habitantes.

La planta superior, con entradas por Rivadavia y por Avenida de Mayo, ya es otra cosa. Si bien en el fondo hay también un par de mesas de billar, en el frente de Avenida de Mayo se ven señoras muy bien puestas tomando té con masas, al mejor estilo de los 30 y 40, conversando animadamente, mientras desde la barra se supervisa el movimiento, se despachan los pedidos y se cobran las adiciones.

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En suma, un lugar tradicional de Buenos Aires -tan tradicional que su nacimiento en 1894 es anterior a la misma Avenida de Mayo-, que conservando su estilo encara los nuevos tiempos con espíritu y ánimo renovado. Y, por supuesto, ahora que vienen los días primaverales, están las mesas en la vereda, como un irresistible oasis para quienes quieran hacer un alto en el camino y reponer fuerzas para la lucha cotidiana. Obviamente, integra con toda justicia el selecto grupo de bares notables de la ciudad de Buenos Aires.

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