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#172 • Diciembre 2020 Año XI Arquitectura Brutalismo Francés Idiosincrasia Modernista

La guita

por Enrique Espina Rawson / Fotos: Iuri Izrastzoff
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La guita, los mangos, el vento, el ventolín, la menega, los morlacos, los cobres, la moneda, fueron los términos más usuales en la parla coloquial porteña de principios a mediados del siglo pasado para referirse al dinero.

Los mencionados, genéricamente, y otros, como la fragata y los canarios se aplicaban a billetes específicos. En el primer caso a los de mil, que ostentaban una imponente Fragata Sarmiento en el reverso, y los de cien, ”canarios” por el color amarillo, como el de las canoras aves.

Algo raro sucede con la palabra “mosca”, tan común hoy, dicha por dinero. Si bien es un término muy antiguo, de siglos pasados y mentado en las páginas de la literatura clásica española, no fue usual en Buenos Aires sino a partir de las últimas décadas.

Podemos ver que “mosca” no existía en muchas letras cachadoras y pintorescas de los tangos en boga. Pero sí se aludía al dinero en las coloridas formas mencionadas al inicio, casi siempre lamentando su ausencia, o increpando a quienes lo dilapidaban sin ton ni son.

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Un breve repaso nos ilustra: “Pituca” -tango- de Enrique Cadícamo: “Che, pituca, no derroches los canarios/que a tu viejo el millonario/lo voy a ver al final/ con la bandera a media asta/cuidando coches a nafta/en alguna Diagonal”.

Para las nuevas generaciones, debemos aclarar que “pituco/a” era aquella persona que alardeaba de exquisitez y delicadeza, tanto en su vestimenta como en su lenguaje afectado, sin demasiados antecedentes que justificaran sus pretensiones. Otro: “Palermo” de Enrique Delfino, Villalba y Braga: “Maldito seas, Palermo, me tenés seco y enfermo, mal vestido y sin morfar, porque el vento los domingos, me patino con los pingos, en el H Nacional”.

Y el descarnado “Yiya, yira”, de Enrique Santos Discépolo: … “Cuando rajés los tamangos/ buscando ese mango/que te haga morfar/…”

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Lo cierto es que de todas esas acepciones, pocas han quedado. El tiempo, siempre implacable, trajo al sintético “efeté” y el obsceno “físhico”, es decir la guita en persona, palpable, contante y sonante.

Y ahora hay otra guita surrealista, intangible, que adquiere súbitamente valores extraordinarios, o bajas inexplicables, que carece de todo respaldo y que, sin embargo atrae a infinidad de personas: el bitcoin. Las explicaciones técnicas mueren ante la explicación verdadera: una timba.

Pero el hecho de que carezca de respaldo oficial, nos lleva a rastrear los orígenes del papel moneda. Muchos recordarán el hecho que los billetes no eran otra cosas que un pagaré, respaldado por el Banco Central, que afirmaba que al portador y a la vista pagaría el valor en oro de la cantidad de pesos impresa.

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Entre esos orígenes y estas actualidades pasaron muchas cosas, todas malas. Al día de hoy, los pesos son simplemente un papel cuyo valor es también surrealista, ya que el respaldo del Estado es irrelevante.

Su valor real, que siempre merma,  podríamos fijarlo, día a día, en la cantidad de cosas que se pueden comprar con ellos. Esta melancólica comprobación nos hará recordar lo que alguien dijo: “La única verdad es la realidad”, agregando nosotros con absoluta certeza: “y lo demás, papel pintado”.

Por eso, los y las que saben, cambian esos papeles pintados por otros papeles pintados de verde que tienen mejor imagen, y que, tal vez por su color de esperanza son más aceptados.

Algunos y algunas guardan estos papeles verdes en cantidades increíbles en ocultas cajas de seguridad. Pero, como decía el Dr. Watson, esta ya es otra historia…

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