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#114 • Febrero 2016 Año VII Arquitectura Beaux-arts Francés Grandes Casas Patrimonio

Femenil

por Enrique Espina Rawson / Fotos: Iuri Izrastzoff
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Esta palabra, y escrita con letra cursiva, puede leerse en el frontis del enorme edificio ubicado en toda la cuadra de Rivadavia que va de Chirimay a Puán, es decir del 5850 al 5894.

En realidad es una media manzana, pero está ocupada en su totalidad, lo que no es poco decir, por esta mole de finales de la década de los 20. La historia es curiosa.

En 1927, el Dr. Jaime Llavallol, propietario de los terrenos y casas bajas existentes en ese predio, decide edificar allí un edificio de rentas, dedicado a oficinas y departamentos, y encarga su construcción al arquitecto Eustaquio Ballester.

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Este a su vez, selecciona a la prestigiosa firma GEOPE, para la ejecución del emprendimiento. La obra en sí -inaugurada en 1928- es inmensa, y más si la ubicamos en ese barrio y en esa época, y su categoría, equiparable a lo más elegante y suntuoso que pudiera encontrarse en las zonas más residenciales de nuestra ciudad.

Son ocho pisos de estilo academicista francés, tan en boga en esos años, con el último en mansarda, y con un local enmarcado en cuatro columnas, que divide en dos alas simétricas el colosal frente.

Por supuesto, hay varias entradas en las calles que conforman el perímetro, ya que en realidad son varios edificios unidos, bajo un frente común, todos de la misma óptima calidad y características ya mencionadas.

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Es extraño que este edificio no sea mencionado entre los más notables de Buenos Aires y haya tan pocos datos que sustenten su historia.

No es la parte menos curiosa la de la extraña palabra que pareciera dar nombre al edificio. Cuando se la puso allí, como ya dijimos, en letra cursiva (y en mampostería) tenía un sentido, ya que era el nombre de una revista que se editaba en ese local. Según creemos, no figura entre las más conocidas y cuyos nombres aún se recuerdan, digamos por caso El Hogar, Atlántida, Para Ti, Maribel y tantas otras dedicadas al público femenino que se editaron durante décadas.

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La incierta revista “Femenil” debe de haber desaparecido en corto lapso (si alguien sabe algo, que lo diga o calle para siempre), el local debe haber cambiado de ocupante infinidad de veces en estos ochenta y tantos años, y sin embargo su nombre continúa allí, quizás porque nadie se molestó en hacerlo borrar, y desde hace años el magnífico edificio es llamado y conocido como “FEMENIL”. ¿No es un disparate?

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