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#103 • Marzo 2015 Año VI Arquitectura Racionalista

Edificio Uruguay

por Enrique Espina Rawson / Fotos: Iuri Izrastzoff
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Es el nombre del imponente bloque edilicio ubicado en esta calle entre los números 440 al 446, es decir entre Avda. Corrientes y Lavalle. Se inauguró en 1936, aprovechando la norma que disponía el ensanche de Uruguay entre Córdoba y Corrientes.

Los excepcionales sesenta metros de frente, resultantes de la demolición de tres antiguas construcciones permitieron el desarrollo monumental de esta obra, diseñada y ejecutada por el estudio de arquitectura Birabén-Lacalle Alonso. En realidad son dos edificios de diez pisos con una fachada común, por lo cual, más allá de las dos entradas, está catalogado y bautizado como señalamos. Estos dos bloques, concebidos inicialmente como oficinas, tienen cuatro unidades por piso, pero a requerimiento de quien deseara una planta íntegra, podían unirse los dos cuerpos, con el simple expediente de abrir un pasaje en la medianera.

La planta baja estaba dividida en locales, casi todos bares al paso, o de librerías comerciales pensadas en las previsibles necesidades de escribanos y abogados que constituyen, aún hoy, la clientela habitual de la zona de Tribunales.

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Este edificio, como muchos de mediados de los 30, se inscribe en el potente racionalismo de la época, con un algo del “Yacht style”, que luego resultaría clásico en las obras de este estudio arquitectónico. Se destaca en esta obra la total ausencia de ornamentación, exponiendo como único movimiento del frente las cuatro torres que emergen al retraerse la línea de edificación del octavo al décimo piso.

Sus rígidas aristas, muy del modernismo alemán, imponen una severidad que contrasta notablemente con el amable vecindario integrado por una mayoría de edificios clasicistas de décadas anteriores.

Este gran edificio, sin duda colosal para la época y para los fines a los que estaba destinado, resaltaba por otro detalle que lo diferenciaba del resto. Era blanco, casi níveo. La gran superficie vidriada de exteriores, le confería -por esos años- un aspecto de singular pulcritud, que lo diferenciaba del resto de sus vecinos, generalmente revestidos con el característico gris de la imitación piedra Paris tan común entonces. El paso del tiempo -y la acumulación del smog en sus muros y ventanales- fue opacando estas virtudes que tanto lo distinguían.

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Pero pasemos al interior. Los dos accesos se ablandan algo con sus marquesinas curvas, tan del estilo de los cines aledaños de Corrientes, pero fuera de ese detalle, casi una distracción, se observa el mismo rigor en el interior del edificio.

Palieres, escaleras y corredores, puertas metálicas con vidrios esmerilados, carecen de toda pretensión de elegancia y glamour. Pero justamente, en esa misma falta de gracia, está la gracia, para quien sepa verla. Esa notoria carencia de, no nos animamos a decir confort, constituye su encanto. No hay lugar para el hedonismo, nada es suntuoso. La sobriedad llevada a tales extremos de economía y simpleza, confiere al todo un espíritu de eficiencia y funcionalidad. El ambiente austero pareciera transmitir un mensaje sin margen para interpretaciones: Aquí se viene a trabajar.

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El edificio está ocupado actualmente por la Procuración General de la Ciudad de Buenos Aires. Han desaparecido los locales de la planta baja, sumando oficinas y, por suerte, hace no mucho tiempo se lo ha restaurado, limpiando el frente, vidrios y carpintería metálica con vapor.

El estudio Birabén-Lacalle Alonso ejecutó durante la década del 20 muchas residencias particulares en ese peculiar estilo andaluz, con influencias de hispanismo californiano que tanto auge tuvo en nuestro país. Con mayor vuelo, claro, era el estilo preferido de muchas estrellas de Hollywood, que hacían construir suntuosas mansiones que podían competir con la de Diego de la Vega, popularmente conocido como “El Zorro”, personaje llevado tantas veces a la pantalla desde la época del cine mudo. De ese estilo tan particular, estos prestigiosos arquitectos, como muchos de su generación, pasaron entusiastamente a las filas del racionalismo.

Y fue en el barrio de Belgrano donde ejecutaron muchas de sus mejores obras que afortunadamente subsisten, y sobre las cuales volveremos próximamente.

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