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#22 • Enero 2011 Año II Arquitectura Edificios Grandes Casas Patrimonio

Paraguay 1330

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Lo notable de muchas casas notables de Buenos Aires es que no se notan. Hasta un día, en que como tantos días pasamos por la vereda de enfrente, y percibimos lo que veíamos sin ver. Mientras un perplejo “¡Oia!” nos baja dos centímetros la mandíbula, la mirada recorre con deleite detalles y esplendideces hasta ayer ignoradas.

En realidad, la casa de hoy, no tiene otras esplendideces que las que nacen de su originalidad y de su inocencia.

Es de 1911, cuando aún se emprendían los grandes palacios que asombraban a los visitantes de la “belle epoque”, es decir que cumple un  siglo. La fecha, junto a la mención “B. Trivelloni-Arquitecto”, luce al costado de la puerta de Paraguay 1330. No tenemos mucha información sobre este simpatiquísimo edificio de dos pisos y local de comercio en la planta baja, salvo que en el año 1892 el lote estaba ocupado por una casa chorizo, con patio lateral, y que pertenecía a la Sra. Lucía Argerich.

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La descripción es superflua. Lo destacable es que el frente del edificio está dividido en tercios: el del medio está ocupado por balcones, y los laterales por mayólicas. A la izquierda vemos una muy agraciada y digna campesina, pensativa junto a una parva de trigo, con un fondo de cielos y pájaros, y a la derecha un fornido mozo que está empeñado en doblegar a un toro tomándolo de los cuernos. Esta inefable decoración fue realizada en Milán por Pío Pinzautti, seguramente basado en diseños preexistentes.

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El modesto y decente edificio es un exponente del “art noveau” que hacía furor en esos tiempos. Profusión de guirnaldas y hojas ornan las rejas de los balcones y el remate de la azotea, y podríamos señalar como un acierto la continuidad en un solo cuerpo de las columnas de hierro que limitan los balcones.

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Afortunadamente, el frente del edificio no ha sido alterado. La entrada a los departamentos conserva su puerta original, que da al palier con laterales de mármol y acceso a la escalera- no hay ascensor- y la misma originalidad ostenta el local de la planta baja, con su puerta de hierro que luce el picaporte colocado en 1911.

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El cristal del frente está roto hace muchísimo años. Nunca fue cambiado. Con gran gusto -seguramente voluntario- se prefirió unir los trozos seccionados con topes metálicos, y en vez de disimular la rajadura, resaltarla con un grueso trazo de pintura. Las sinuosas curvas parecen formar parte de la decoración general. Seguramente el arquitecto Trivelloni hubiera aprobado la solución con una sonrisa.

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