Fervor x Buenos Aires

Mirador Massue

Varios nombres se superponen. Primero, fue el Palacio Costaguta, luego, democratizándose de acuerdo a los tiempos republicanos, tranzó en Edificio Costaguta, y finalmente un tercer apodo se impuso: Mirador Massue.

Este edificio, ubicado en la esquina de Tucumán y Talcahuano (la única posible porque dos corresponden a la Plaza Lavalle y la tercera al Palacio de Tribunales) fue encargado por don David Costaguta , dueño de los lotes sobre los que se erigió la construcción, al arquitecto francés Alfred Massue, quien ya había realizado importantes obras en Montevideo.

El emplazamiento en cuestión era extraño. El barrio de San Nicolás, llamado así por la iglesia del mismo nombre que estaba donde ahora está ubicado el Obelisco, era un barrio de casas bajas y modestas en su mayoría, y la Plaza Lavalle sólo un nombre para designar simples baldíos poblados de perros y moradores más o menos permanentes de míseros ranchos desparramados al voleo. Lo único destacable del entorno era la Fábrica de Armas y Parque de Artillería, (de sonado renombre adquirido en la revolución de julio de 1890), comúnmente apodado “el Parque”.

Se rumoreaba que Costaguta sabía que el antiguo Parque iba a ser demolido para emplazar allí el Palacio de Tribunales, que, sin duda, jerarquizaría toda la zona, valorizando las propiedades.

Lo cierto es que el edificio -inaugurado en 1903- se destacó inmediatamente por el extravagante mirador “art-nouveau” elevado sobre la ochava del edificio, que sobresalía enormemente de la chatura edilicia de la vecindad.

Durante muchos años, albergó en su planta baja a un café famoso: el Fuji, llamado así por sus dueños japoneses en recuerdo del famoso monte. Este café fue refugio y lugar de cita de todos los profesionales del ramo, procuradores, escribanos, y abogados, abundando quienes se hacían pasar por tales, u oficiaban de “testigos” a cambio de unos pesos en cualquier causa que necesitara sus servicios. Este café, también llamado familiarmente “del Parque”, estuvo vinculado en sus primeras horas a la historia del tango. Se cuenta que en su salón había un piano, y que aficionados a la música ejecutaban allí sus melodías que dieron lugar después a tangos famosos cuyo origen y autoría se siguen discutiendo hoy día.

El café Fuji y el edificio mismo fueron declinando con el paso de los años, y en 1989 sus propietarios decidieron demolerlo y levantar allí una nueva construcción. Esto generó inmediatamente un movimiento de protesta entre profesionales -entre ellos y muy destacadamente el arquitecto Peña- vecinos y público en general. Fue el comienzo de una cruzada de diversas entidades que, en los últimos años, lograron reglamentar el tema y salvar cantidad de construcciones valiosas por su antigüedad y su diseño, ya destinadas a perecer.

En este caso se logró una solución que, de alguna manera, contempló ambos intereses. Se salvó el mirador, y se demolió el edificio para dar lugar a un bloque de once pisos vidriados, obra de los arquitectos Caffarini y Vainstein.

Observado desde cierto ángulo, el mirador duplica su presencia sobre la superficie de los vidrios que lo reflejan, contemplándose vanidosamente a si mismo, como un viejo dandy porteño que inspecciona su atuendo frente al espejo.